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Ciudades creativas

Esta 14ª entrega de la revista Ciudades Creativas Kreanta presenta la ciudad creativa como tema central de reflexión y análisis, ofreciendo una tesis principal: la ciudad es una entidad con capacidad creativa y generadora de oportunidades personales y profesionales, tanto desde el punto de vista individual como colectivo. En este sentido, las aportaciones de Allen J. Scott, Xavier Greffe y Ferran Mascarell, en el Dossier, ofrecen tres enfoques complementarios de esta potencialidad de la ciudad.

Para Scott, la ciudad creativa debe desarrollarse “orgánicamente a través de un complejo entramado de relaciones de producción, trabajo y vida social en contextos urbanos específicos”. Por su parte, Greffe considera que la ciudad es el espacio ideal para la realización de proyectos creativos e innovadores, dado que dispone de los recursos necesarios y permite proyectarlos en lo global. Mientras que Mascarell fija su mirada en la ciudad como poderoso espacio multidisciplinar en el que se articulan memoria, pacto y futuro.

En el resumen de su aportación, Ciudades creativas: temas conceptuales y problemas de políticas, Allen J. Scott, profesor emérito de la Universidad de California-Los Ángeles (UCLA), dice textualmente: “Busco situar el concepto de las ciudades creativas dentro del contexto de la llamada `nueva economía’ y detallar las conexiones de estos fenómenos con los cambios tecnológicos, las estructuras productivas, el mercado laboral y la dinámica de las ubicaciones de las aglomeraciones”. Todo ello, en el marco de la globalización. Se trata, por tanto, de reflexiones que sitúan la creatividad de las ciudades en el entorno económico propio de un mundo condicionado por las tecnologías de la comunicación y por la interdependencia entre los países –competencia y cooperación–. Interdependencia que afecta no solo a los procesos económicos y tecnológicos, sino también los políticos, sociales y culturales, conferidos de tendencias positivas y negativas, en ese escenario global.

En el ideario de Scott, la ciudad creativa –grandes o pequeñas zonas urbanas- tiene cada vez más peso en la nueva economía. Considera que este fenómeno se ve favorecido por el valor polifacético de la ciudad, que permite la aglomeración e intercambio de ideas, sensibilidades y perspectivas, creando externalidades diversas (redes, mercados, puestos de trabajo). Sin embargo, Scott constata que la contribución de las industrias culturales al empleo y a la economía general no es muy alta, salvo en áreas metropolitanas y en determinados entornos urbanos.

Quizá por eso, Allen J. Scott termina sus reflexiones con una advertencia: “las grandes ciudades posiblemente pueden albergar hoy capacidades creativas sin precedentes, pero también son lugares donde prevalecen considerables desigualdades sociales, culturales y económicas […] No se trata sencillamente de una cuestión de distribución de los ingresos […] Incluye también temas básicos de civismo y democracia, la incorporación total de todos los estratos sociales a la vida activa de la ciudad, no solo por su propio bien, sino también como un medio para soltar las riendas de las fuerzas creativas de toda la ciudadanía”.

 En el artículo La ciudad creativa, Xavier Greffe, profesor de Economía del Patrimonio y de la Cultura, en la Universidad París I. Pantheon-Sorbonne, plantea que en la edad de la globalización y del conocimiento, el futuro de las ciudades está en su capacidad de ser creativas, si se quiere defender una forma de vida basada en el trabajo (empleo) y la eliminación de desigualdades. Ahora bien, advierte el profesor, la creatividad contribuirá a este fin si no se limita a ser “simple complemento de la promoción inmobiliaria”.

Greffe se muestra muy crítico con la visión –“con fundamentos analíticos frágiles”– que de la ciudad creativa hizo Richard Florida y afirma que ha servido para que “economistas y sociólogos sin demasiados escrúpulos la hayan vendido con suma facilidad a los políticos en busca de nuevas ideas”. Una ciudad conformada, habitualmente, por jóvenes muy formados que adoptan modos de vida “originales o marginales” y responden a tres características básicas: diversidad (origen exterior), gay-trificación (parejas del mismo sexo) y de vida bohemia (artistas). El autor acaba concluyendo que la visión de Florida es, como mínimo, controvertida a los ojos de bastantes analistas urbanos, porque genera desigualdades territoriales (centro / periferia) muy fuertes en el interior de las ciudades.

Después de aproximarse a la definición de creatividad, Greffe define la ciudad creativa como el espacio de conjunción de personas que cocrean “por azar” o “descubrimiento”, creando un proceso de retroalimentación positiva. Así, la ciudad creativa, ofrece un enorme potencial de recursos, tangibles e intangibles, de sinergias y de economías de aglomeración. Asimismo, la ciudad creativa aparece como un “medio cognitivo”, que ofrece y hace circular la información; un sistema de conexión de centros de decisión; un símbolo del poder “en el tiempo y el espacio”.

Finalmente, Greffe parte de la idea de que la ciudad creativa, sea cual fuere su concepción, está condicionada por el arte que “suscita la creatividad cuando se convierte en cultura”. De esta manera, arte, creatividad y cultura comparten valores y vínculos que favorecen la construcción de un ecosistema cultural y un capital social urbano, aunque pueden producir efectos sociales contraproducentes (gentrificación y dualismo social). En este espacio, los responsables políticos deben actuar como “emprendedores cívicos”, que favorezcan la articulación de nuevos proyectos y actividades, y la vinculación entre actores, comunidades y organizaciones.

Ferran Mascarell, historiador, gestor cultural y político, reflexiona sobre Ciudades creativas: industrias culturales, lugares, actores y estrategias, puntualizando que entiende por ciudad creativa aquella “cuya primera materia prima sea lo creativo y, por extensión, lo simbólico”. En esta línea, considera que la ciudad es el espacio creativo resultado “de tres vasos comunicantes”: memoria, pacto y futuro. Memoria, para la construcción de comunidad; pacto, para la creación de sentido de pertinencia y responsabilidad; futuro, para la generación de oportunidades. En este contexto, “las industrias culturales son un elemento determinante”, siempre y cuando se potencie el trabajo coordinado entre iniciativas públicas y privadas.

Ahora bien, Mascarell advierte que “la creatividad de una ciudad no funciona como la creatividad de los individuos”. La ciudad creativa es un constructo resultante de las actitudes individuales de los ciudadanos, de sus instituciones, de sus empresas, que aportan un “tono general de creatividad” en su desarrollo. Por ello, la idea de ciudad creativa es una cuestión más “de fondo que de marca”, más de política estratégica que de eslogan puesto en funcionamiento para servir de atractivo a posibles viajeros y visitantes.

Una ciudad creativa, según Mascarell, será aquella que: conjugue creatividad e innovación, contagie en el “empeño creativo” a sus habitantes, genere desarrollo económico. Es decir, la que disponga de un proyecto transversal que congregue las acciones de los ámbitos económicos, comunitarios, políticos y sociales que se desarrollan en su seno.

En el apartado Visionesel profesional de la cultura, ex-teniente de Alcalde de Roma y concejal de cultura Luca Bergamo presenta la Carta de Roma 2020, que asienta sus raíces en la Declaración Universal de Derechos Humanos al proclamar que “toda persona tiene derecho a tomar parte libremente en la vida cultural de la comunidad, a gozar de las artes y a participar en el progreso científico y en los beneficios que de él resulten” (art. 27). Sobre este principio se fundamenta la Carta y, a partir de él, Bergamo radica el “poder la cultura” en el hecho de que se trata de un “sistema de herramientas que nos permiten transformar las percepciones en significados y artefactos […] que pueden alterar aquellas percepciones”. Un sistema en “evolución”, que cambia “de acuerdo con los contextos” y que tiene un ”significado compartido”. De ahí, que la Carta defina la cultura como “la forma en que elaboramos, expresamos, compartimos e intercambiamos valores que desconocemos o que no podemos expresar directamente”.

Esta fundamentación de la Carta de Roma 2020 se vio favorecida por el trabajo desarrollado en la Comisión de Cultura de CGLU (Ciudades y Gobiernos Locales Unidos) sobre la cultura como pilar de desarrollo sostenible, que hermanó sostenibilidad y derechos humanos con cultura. Sobre estos pilares, más de 45 ciudades de todos los continentes, creando un pensamiento colectivo, trabajaron en el desarrollo de los contenidos de la Carta “para superar los desafíos de la era actual”, introduciendo nuevas perspectivas para la cultura y aportando profundidad a las políticas culturales.

La Carta “reconoce que las personas son la ciudad”, que es moldeada por sus creencias, valores y creatividad; introduce el “enfoque de la capacidad” en la política cultural; propone cinco “capacidades” que han de ser referente de actuación de las políticas públicas: descubrir las raíces culturales, crear la propia expresión cultural; compartir cultura y creatividad; disfrutar los recursos culturales; y, cuidarlos. En conclusión, afirma Bergamo, la ciudad se encuentra en el centro del desafío para buscar salida a la crisis provocada por la pandemia. Puede hacerlo mediante la participación cultural que es necesaria e instrumental para la equidad, la justicia y la dignidad humana, así como para el desarrollo económico”.

En el apartado Tendencias, el sociólogo, politólogo y gestor metropolitano Héctor Santkovsky, en La cultura y las metrópolis: desde las personas, desde la ciudad, reflexiona sobre los retos y futuros de la ciudad metropolitana en el campo de la cultura y la creatividad. De entrada, se muestra en línea con las aportaciones de Luca Bergamo y los principios en que se fundamenta la Carta de Roma 2020: “las personas, la gente, son las ciudades, son las metrópolis”. En este espacio que, hoy, necesita ser “subsanado, restituido, cosido, reparado…, la acción cultural puede jugar un papel transcendental”.

Santkovsky transciende a la ciudad para abarcar el ámbito metropolitano, “que por atracción y centralidad produce un efecto de acumulación de poder, recursos, innovación y capacidad de influencia”, también en lo que afecta a la cultura. El área metropolitana es, en este sentido, identitaria, en tanto que la metrópolis es referente para su área de influencia, y, a la vez, es distante y abstracta para los habitantes de los distritos, los barrios, las ciudades pequeñas del entorno, que generan su propia acción cultural con la cual se identifican.

En el ámbito metropolitano, tienen hoy un papel estratégico las políticas e industria culturales y creativas, pues las metrópolis “son el escenario más representativo de la plasmación de nuevos espacios, de producción de nuevos significantes, de procesos de mixtificación e hibridación cultural, de creación de lenguajes y extensión de modas, tendencias y procesos”. Tienen un valor agregado, en tanto que aportan componentes disruptivos: crean oportunidades, atraen talento, ofrecen acceso equitativo a bienes y servicios, fomentan la innovación y la creatividad, generan y difunden cultura. Según Santkovsky, esta capacidad metropolitana requiere ser sostenida en el tiempo. Para ello, considera que, con vistas al futuro inmediato, se tenga presente las fortalezas y debilidades que ofrece: aporta masa crítica y favorece “actuaciones de escala, y diversidad identitaria y por ende cultural”; permite la construcción del un mapa territorial de creación e innovación; acerca y agrega la oferta; crea sinergias, que permiten evitar “la hipercentralidad de la gran ciudad”… Siempre con la “apuesta estratégica por la cultura”, para crear “desarrollo local sostenible e inclusivo”. Sostenibilidad y capacidad de inclusión que requiere de acciones para afrontar el futuro y hacer que la metrópolis sea “una palanca de auténtica transformación para construir territorios más justos, participativos, creativos e innovadores”. Algunas de estas acciones propuestas son: “sumar y permeabilizar la interacción entre cultura e innovación”, así como interactuar con la educación; mantener “un compromiso político estable”; disponer de una proyección internacional en los planteamientos; ofrecer fácil acceso y socialización de la oferta cultural para todos los ciudadanos del ámbito metropolitano, en su función de cohesión y contribución al desarrollo.

En ExperienciasAdriana Pedret, consultora y creadora de proyectos culturales nos presenta EXIB Música: una feria viva, proyecto destinado a buscar los vínculos entre los diversos actores del mundo musical (artistas, managers, promotores, comunicadores y gestores culturales) con la finalidad de colocar en el centro al ser humano, para inspirar su capacidad transformadora. Así, se generó la red de trabajo colectivo Asociación Cultural EXIB Música, creadora de una feria musical especializada en música iberoamericana. Una feria “con conciencia”, basada en cinco premisas: “Impulso, Diversidad, Identidad, Compromiso, Industria”.

Hasta el momento la feria ha tenido cinco ediciones (2014-2020, en España y Portugal) y ha reunido más de 150 proyectos musicales. “Congresos, mesas de trabajo, encuentros, capacitación, diálogos, laboratorios”, conforman el sustrato en el que trabaja la feria, con la finalidad de “construir caminos colaborativos entre la gestión pública y la gestión cultural independiente, procurando que cada encuentro sea un ejercicio creativo donde puedan convivir las expectativas de la ciudad, con las necesidades profesionales del sector musical”, facilitando, a la vez, los encuentros iberoamericanos en los que conviven, de manera diversa y respetuosa, diversas culturas e identidades. La edición 2020, condicionada por el COVID19, obligó a reinventarse (20 países, vía streaming). La colaboración fue el signo identificador de esa edición.

El futuro de EXIB Música se vive esperanzador. De inmediato, en la séptima edición de la feria (Setúbal), en formato híbrido, continuará el trabajo colaborativo: “Escucha, empatía, cooperación, acción, adaptación, cuidado y respeto son las palabras que componen la fórmula que sostiene cada una de nuestras acciones en la cocreación del reencuentro”, afirma Pedret. Frente a la “realidad competitiva” que marca al sector, “la construcción de ciudadanía a partir de valores culturales” bajo una óptica solidaria, es el signo identificador de la feria que ha de contribuir a la transformación en el logro de un mundo más equitativo.

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